jueves, abril 19, 2007

Lenguas sueltas

Voces, escucho muchas voces
voces que invaden los laberintos del silencio.
Voces que buscan atención, pero no se comprenden
si se escuchan todas a la vez.

Las voces de los niños suenan más que todas,
suben al cielo y luego bajan con agudas ondas,
niños que exigen, niños que ríen, niños que lloran.

Silencio… la gente no quiere silencio,
la perturba, la desespera, la impacienta.
Hablan y hablan para que la espera sea más corta
hablan para olvidar que el tiempo corre y los agobia.

Gente, mucha gente rompe el silencio
y viola sus confines con agrestes ruidos.
Olvidan que a nadie le interesan
los amores de Laurita con su primo.

Hablan, conversan sin parar,
le cuentan al extraño sobre su crisis matrimonial.
Y que la hija de Carlos tiene veinte novios,
pero es una santa ante los ojos de su papá.

Ruido, mucho ruido…
Lenguas que se ensucian de tanto hablar.
Niños que piden dulces como orden dictatorial.
Padres que cumplen los mandatos del vástago,
y se dejan gobernar.

Y quién es Laurita, y quién es el primo,
y qué provocó aquel conflicto marital.
Y quién es Carlos, y por qué acusan a su hija…
si por negra peca, por blanca peca más,
la ensucian por envidia o porque no tienen de qué hablar.
Nadie se salva en las lenguas de esta insulsa ciudad.

Voces, escucho muchas voces,
voces que no dejan pensar,
voces saturadas de problemas
que nos pretenden sumar.

Ruido… ya no quiero ruido,
me perturba, me desespera, me impacienta.
Callen si no tienen algo positivo para hablar.
No le hagan la espera más larga
al vecino que pide paz.

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